Hay dos momentos de la vida de una mujer que pueden afectar determinantemente al suelo pélvico: el embarazo y parto y la menopausia.
Durante el embarazo, el abdomen y la pelvis tienen que soportar una presión mayor de la habitual por el tamaño del útero, además los cambios hormonales propios del embarazo hacen que los ligamentos se relajen y pierdan tensión. Este efecto puede verse aumentado con la tos crónica o el estreñimiento y alcanza su máximo durante el parto, momento en que el suelo pélvico es sometido a una presión límite.
Al llegar la menopausia y el periodo previo a esta se caracterizan por una pérdida de tensión de los ligamentos y pérdida de calidad de los tejidos y el colágeno que constituyen el suelo pélvico, todo debido a los cambios hormonales de este periodo.
Las consecuencias, pueden simplificarse en incontinencia de orina y prolapso genital.
La incontinencia de orina puede aparecer al hacer ejercicio (sobre todo deportes de impacto que impliquen correr, saltar y levantar peso) , toser, estornudar, reir o cualquier situación que aumente la presión intraabdominal y pélvica.
El prolapso es la alteración de la anatomía vaginal por presión de la vejiga o el recto, puede manifestarse como alteraciones en la función sexual ( holgura vaginal excesiva o pérdida de sensación), incomodidad, presión e incluso dolor genital o la aparición de bultos por la vagina.
Hay medidas que pueden ayudarnos en nuestra vida diaria frente a este problema:
Tras el parto son frecuentes este tipo de alteraciones, pero suelen corregirse o mejorar; estos consejos pueden ayudarte a mejorar.